El parvulario (o jardín infantil) es fundamental porque:
Fomenta el desarrollo social: los niños aprenden a compartir, colaborar, respetar turnos y convivir con otros.
Estimula el lenguaje y la comunicación: se enriquecen a través del juego, la música y las historias.
Desarrolla habilidades cognitivas básicas: como la atención, la memoria, la lógica y el pensamiento creativo.
Introduce rutinas: esenciales para generar seguridad y autonomía en los niños.
Favorece la motricidad: tanto fina (dibujar, recortar) como gruesa (saltar, correr), a través de actividades guiadas.
La familia es el primer entorno educativo y emocional del niño:
Proporciona afecto y seguridad: base para un desarrollo emocional saludable.
Forma valores y normas: como el respeto, la empatía y la responsabilidad.
Fomenta el lenguaje y la curiosidad desde los primeros años.
Apoya el aprendizaje escolar: la implicación de la familia mejora el rendimiento y adaptación del niño.
Refuerza la autoestima: a través del acompañamiento, reconocimiento y amor.